enfrentamientos


Bijbelprenten, Lunenburg 1672

Que una persona cualquiera sea ridiculizada y agredida en la calle no es algo que vaya nunca a ocupar la portada de ningún periódico. Al fin y al cabo pasa todos los días ¿no? Las dos partes suelen agarrarse del cuello hasta que a una de ellas le parece haber hecho bastante el ridículo.

La historia que ocupa mi mente estos días es muy diferente. El rey David, un héroe de guerra, rodeado de sus mejores hombres, todos armados hasta los dientes, se encuentra con un solo hombre desarmado y encolerizado.

La historia dice así: "Y vino el rey David hasta Bahurim; y he aquí salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Y decía Simei, maldiciéndole: ¡¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso!! Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario. Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así? Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy. Y mientras David y los suyos iban por el camino, Simei iba por el lado del monte delante de él, andando y maldiciendo, y arrojando piedras delante de él, y esparciendo polvo. Y el rey y todo el pueblo que con él estaba, llegaron fatigados, y descansaron allí" (2 Samuel 16, 5-14).

Que una persona se niegue a defenderse cuando le superan en fuerza es normal y razonable. Que una persona se niegue a defenderse cuando le igualan en fuerza, es menos normal pero también es razonable. ¿Quién quiere molestarse por tan poco? Pero que una persona, que ha pasado a la historia por valiente y sanguinario, que era capaz de enfrentarse a enemigos muy superiores a él, se moleste en evitar que le defiendan de un perro muerto, no es normal en absoluto. Para entenderlo un poco mejor creo que es muy interesante leer otro relato en 1 Samuel 25 donde ya lo había hecho en unas circunstancias similares.

David es capaz de lanzarse sobre un gigante y sin embargo, evitar matar a un enemigo tan ridículo, no porque buscase ningún tipo específico de gloria, sino porque sabía hasta donde llegaba su responsabilidad. Si él entendía que su responsabilidad delante de su Dios era matar a un gigante, él lo mataba. Si entendía que su responsabilidad delante de su Dios era dejar con vida al perro muerto, él lo dejaba.

Creedme, por desgracia, estos últimos años me he visto envuelto en situaciones muy violentas. Podéis estar seguros de que he pensado en cientos de formas en las que podría resolver esas situaciones. Estaba perfectamente capacitado para todas ellas y sin embargo con ninguna de ellas me he sentido nunca tan cómodo como con la posibilidad de imitar el comportamiento de David en estos episodios.

En estas ocasiones David prefería no hacer uso de sus visibles ventajas porque creía que había por encima de si mismo una persona responsable que se estaba haciendo cargo de la situación. De la misma forma que Abisai confió en David, David confió en que su Dios se había responsabilizado de hacer justicia sobre sus enemigos. Y creo que no se equivocó... Dios permitió que con el tiempo David recuperase el trono, hiciese las paces con Simei (2 Samuel 19, 22) y viviese como rey hasta el último de sus días.

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