profundos abismos donde esperabamos sólidas vigas

Según la cronología de la Biblia la historia del hombre comienza con una ruptura o separación que se continúa y aun se continuará manifestando hasta el fin de este mundo en multiformes dramas. Muchos de estos dramas tienen por supuesto mucho que ver con la imposibilidad de "amar a" o "sentirnos amados por" nuestros seres queridos, los que tenemos más cerca, a quienes más debemos y de quienes más esperamos. Unas veces buscamos su redención y otras la nuestra, pero no hay redención posible ni para ellos ni para nosotros. Mojamos de lágrimas nuestra almohada pero parece que nunca lo suficientemente. Encontramos profundos abismos donde esperabamos sólidas vigas. Desesperamos y abandonamos la posibilidad de encontrar una solución, y en verdad el conflicto -manifestado de una manera u otra- es perpetuo, existirá mientras le quede al hombre algo de aliento. Y es que Adán y Eva no son sólo separados de Dios sino también apartados de los privilegios que tenían. No permanecen en el mismo estado o sitio con la única diferencia de que ahora ya no está Dios. Son puestos aparte, echados del paraiso. Son, además, enfrentados mutuamente. Cualquier lector de la Biblia tiene aquí desde el principio la necesidad de abandonar la idea falsa de un Dios como "osito amoroso". A diferencia de ellos Dios no parece encontrar solución a todos los problemas del mundo arrojando coloridos arco iris sobre los hombres y como vemos en ese texto del Génesis, después de haberle manifestado su amor de muchas formas, pone la separación entre Él y el hombre. Le aparta. Lo que ha hecho le ha ofendido tanto que es incapaz de soportar su presencia.

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