la misma persona aunque se cambie de nombre


"Palpamos la pared como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos. Tropezamos a medio día como de noche, estamos en lugares oscuros, como muertos" (Is. 59,9-12) .

Practicamente todas las rupturas tienen, en mayor o menor medida, algo que ver con que la otra persona ya no es o no significa lo mismo que antes. Y sin duda, para bien y para mal, a pesar nuestra muchas veces, todos cambiamos más rápida o más lentamente. No obstante estoy convencido de que lo que es más determinante no es tanto el cambio de la otra persona como la pereza de esta para apreciar la evolución del otro. La desgana para esforzarnos en entender y valorar otra forma de expresarse distinta de la misma persona. La persona sigue siendo la misma persona aunque se cambie de nombre y esto que es así para Dios también lo debe ser para nosotros. Y a menudo no lo es porque realmente elegimos a la otra persona por una idea concreta que teniamos de ella y no por ella misma. La idea primera, aquella con la que Dios estableció una relación con nosotros, es bien negativa: somos pecadores. Y no es mala idea tener esa mala imagen del otro cuando elegimos a nuestra pareja. Dios construye sobre la base de que somos malos, no sobre la de que somos la estampa de sus ambiciones. Sobre una base sólida como esa, como es la de saber que es esa la persona -se muestre como se muestre- y no otra, es posible amar realmente. De otra manera las relaciones han de ser necesariamente pasajeras y finalmente conformistas, como lo son las mismas emociones que nos guían a ellas. Y digo conformista porque el que permanece amando a la misma persona a pesar de sus cambios no es conformista, sino que activamente transforma su manera de apreciar a la otra persona. Existe el que se conforma pasivamente a una relación incómoda claro, pero no es a eso a lo que estamos llamados. E iré más allá diciendo que el que se niega a transformar su manera de apreciar los cambios de su pareja y busca otra sí es conformista porque se conforma a estar eternamente esperando que los demás se transformen y adapten a ellas. Si Dios condicionase su relación con nosotros a nuestra forma de ser no digo ya que la relación no duraría apenas sino que probablemente nunca se habría producido. Y en verdad, si se producen relaciones entre personas es porque hacemos al principio un esfuerzo por idealizarlas, por crearnos de ellas una imagen concreta que no es que no sea real necesariamente, pero no es completa. La imagen completa de la persona debe incluir no sólo la parte que desconocemos sino también la que llegará a ser cuando evolucione. Por eso Dios es capaz de amar a la gente mayor a pesar de que el reino de los cielos es de los que son como niños, y es capaz de amar al joven y perdonarle los pecados de los que se lamentarán de mayores. Porque la persona es un todo a lo largo de su vida. Y es por eso que Dios continúa siendo fiel a Israel aun cuando, según dice él mismo, cualquier otro pueblo habría sido mejor.

Comentarios

mujerdetierra ha dicho que…
Yo quiero ser así.
EinarOlafson ha dicho que…
Te comento el post en uno mio... en mi territorio...